Los temas desarrollados en Compasión, vulnerabilidades y fortalezas I y II son parte del contenido del curso que daré el 28 y 29 de septiembre en Dag Shang Kagyu. Más información pinchando AQUÍ.
Lo
predecible se transforma en sorpresa
Nuestras aflicciones tienen
una enorme atracción y la fuerza que tienen puede profundizarse cada vez más en
una espiral de dolor que opaca el brillo de la lucidez. Así el dolor se ve así
mismo, ignora ver a su alrededor y todo se transforma en un rutinario y
predecible sufrimiento.
Pero lo que vemos como
“predecible” puede ser otra rutina mental que por familiaridad se inclina a
resaltar el conflicto, las dificultades, el dolor, la decepción, la ira o la
frustración y no divisa, tal vez por cerca que están, las capacidades, recursos
y fortaleza que todos poseemos para superar esas dificultades.
Un poderoso recurso para abrir
el corazón y revitalizar la conexión íntima con uno mismo, fuente de tanta
fortaleza, es la gratitud. Y un paso anterior es recuperar la capacidad de
sorprendernos, dejar de ver las cosas de forma lineal, nacidas de la vulgaridad
repetitiva de una rutina tediosa.
La impermanencia y la
interdependencia nos muestran la urdimbre que tejen todas las cosas de la vida:
las personas, la naturaleza, el tiempo, la palabra, el silencio, la intención,
el encuentro, la despedida, el amor, la muerte y una larga lista que te animo a
que explores hasta que te sorprenda la necesidad de … ¡agradecer!
Dice el Hermano David Steindl-Rast
en su libro “La gratitud, corazón de la plegaria:
Lo
que cuenta en el camino hacia la plenitud es que recordemos la gran verdad que
los momentos de sorpresa quieren enseñarnos: todo es impermanente e
interdependiente. La medida en la que estemos despiertos a esta verdad será la
medida de nuestra gratitud; y la gratitud es la medida de nuestro estar vivo. ¿Acaso
no estamos muertos a todo aquello quedamos por supuesto? Siempre está
sucediendo una de las varias posibilidades
El
carácter interdependiente e impermanente de las cosas puede ser reconocido,
pero no siempre probado; al menos no por el intelecto solamente. Sólo la
experiencia de vida puede probarlo, y en la vida hay más de lo que el intelecto
puede captar.
El
reconocimiento y la aceptación son dos tareas diferentes. Nos cuesta aceptar la
interdependencia, sobre valoramos la independencia. Crecer ha sido tanto
aprender a valernos por nosotros mismos y como, será en algún momento, aprender
a aceptar ayuda cuando la necesitemos. Despertar es un proceso lento, vivir una
vida abierta a la sorpresa, a pesar de toda la muerte que vivir implica, nos
hace sentir más vivos que nunca.
No aceptes ni rechaces nada de
lo que has leído, mejor prueba de ejercitarte en la gratitud y experimenta por
ti mismo cómo la gratitud rescata del sentimiento de indefensión o soledad
cuando compruebas como has sido, y continúas siéndolo, sostenido por tantísimas
causas y condiciones que no responden a tu voluntad y puedes considerarla como
una ofrenda constante hacia ti.
“Quieres la felicidad para los demás? Practica la compasión. ¿Quieres la felicidad para ti? Practica la compasión. S.S. Dalai Lama
Luego haz surgir la voluntad
de llevar a la acción la afirmación que seguramente te visitará: Puedo honrar
lo recibido, retribuyendo con gratitud tanto como pueda por el bien de los
demás.
Este
siguiente ejercicio que tomo prestado del libro “NAIKAN. La gratitud, la gracia
y el arte japonés de la introspección” por Gregg Krech. Me sorprendió por el
enorme despliegue de memoria y reconocimiento que hace nacer su práctica. Estos
siguientes puntos puedes explorarlo en distintos lapsos de tiempo, el día de
hoy, ayer, el mes pasado, y así tan atrás como quieras. O tomar un año, o época
en particular de tu vida, por ejemplo el colegio, el instituto, la universidad,
o el primer trabajo. Incluso el actual. Prueba con el siguiente ejemplo que
puedes aplicar luego a cualquier espacio de tu vida.
En
el día de ayer:
¿Qué
he recibido de ________________________________________________?
¿Qué
le he dado a __________________________________________________?
¿Qué
problemas y dificultades he causado a ______________________________?
El examen sincero
de nosotros mismos no es tarea fácil, no siempre nos sentimos entusiasmados a
visitar nuestros paisajes más íntimos. Sobre todo cuando nos resultan áridos y
dolorosos. Pero de la mano de la compasión dejamos fuera la recriminación
basada en la vergüenza y esa suerte de fatal atracción de buscar para
maltratarnos eso que hemos llamado faltas y errores.
Tiene una cualidad
reparadora reconocer nuestras torpezas y acciones que han causado inconvenientes
y heridas a los demás. Todo es parte de nuestra vida y con sentimiento de
integración y sanación nos encontramos con todo ello. Es posible que
descubramos, tal vez por primera vez, que hemos hecho lo que hemos podido y
desde muchos condicionamientos que ahora comenzamos a ver con claridad.
En Naikan, el libro
mencionado más arriba, encontré esto que viene muy al caso: “Ese tipo de
introspección deja poco espacio para culpar a los demás o para lamentarnos de
cómo nos han tratado. En vez de eso, quedamos totalmente desprovistos de
excusas, racionalizaciones y auto justificaciones, lo que nos permite ver
nuestra vida tal como la hemos vivido. Hay un gran poder en la realidad tal
como es.
Como seres humanos,
tenemos el sincero deseo de conocernos a nosotros mismos y de encontrar un
significado en nuestra vida. Y tenemos la capacidad de hacerlo. Es posible que
seamos las únicas criaturas del universo que pueden reflexionar sobre sí
mismas. Podemos observar nuestros propios pensamientos y sentimientos y
recordar las acciones y acontecimientos del pasado como si nos observáramos en
un espejo. Esta capacidad de introspección tiene la llave de nuestra libertad,
al tiempo que brota de las raíces de nuestro propio sufrimiento.
Y en unos párrafos
más adelante esto que es la esencia de todo este trabajo introspectivo: Si
no volvemos conscientemente nuestra atención hacia las infinitas formas de
sostenernos que tiene el mundo, corremos el riesgo de que nuestra atención se
quede atrapada en los problemas y obstáculos, dejándonos estancados en el
sufrimiento y la autocompasión.
Vuelve a los tres
interrogantes planteados más arriba, Qué he recibido de… ¿Qué le he
dado a…? y Qué problemas y dificultades he causado a…? cópialas y quédate con
ellos trabajando detenida, comprometida y amablemente. Tal vez sea una
“medicina de feo sabor”, pero confía que cura.
La vulnerabilidad
Nos dan un consejo para tener en cuenta por si nos
perdemos en un bosque muy frondoso, “no corras, detente y oriéntate, mira la
brújula, antes de dar el siguiente paso” porque lo que se hace habitualmente
impulsados por el temor es andar rápido y sin rumbo, con lo cual nos perdemos
aun más. En nuestra vida emocional usemos el mismo consejo si nos “perdemos”,
en vez de correr alocadamente como un muñequito a cuerda, detengámonos y
orientémonos.
Este es el aporte de la auto observación que nace en
el cojín y lo llevas a la vida. La práctica meditativa es una observación que
se hace desde “eso” que no es lo observado. Si miras los pensamientos desde una
mente dualista, que por defecto usa el lenguaje “yo observo” la pretendida
calma puede ser evasión.
Con el tiempo, y mucha práctica, se estabiliza el
recurso de observar, discernir y optar. Dicho con otras palabras, podemos
pasarnos toda la vida escapándonos de nosotros mismo o desenmascararnos y
liberarnos de las imágenes que hemos ido creando a fuerza de los roles
adaptativos que hubimos de representar.
Me he dado cuenta de que algunas personas pueden ser muy críticas con ellas mismas. Cuando las personas tienen una baja estima o una tendencia a juzgarse con severidad, existe el peligro de que enfrentarse a sus propias faltas pueda terminar reforzando una imagen de sí misma poco saludable. S.S.Karmapa
Podemos asumir son serenidad cómo son las cosas, relajarnos
y aceptar la imprevisibilidad de la condición humana.
Esa imagen que construimos, casi sin darnos cuenta,
se ha convertido en la diana donde impacta el dolor. Dice Pema Chodron “Una
vez que nos encasillamos en una imagen de lo que somos («así soy yo»), entonces
lo vemos todo o como una amenaza o como una oportunidad para nuestra
autoimagen, y de no ser así no nos importa nada. Ese apego al yo es nuestra
forma de negación de la vida”
Ese apego es lo que nos hace trastabillar pero lo
que nos torna vulnerable tiene algo que decirnos, ¿lo queremos escuchar?
Las circunstancias que nos hacen sentir vulnerables
no se resuelven en los términos habituales con los que el miedo y la esperanza
nos envuelve, ganancia o pérdida, victoria o derrota, o de éxito o fracaso, o
crítica y alago, como señalan los Ocho Dharmas mundanos, sino en comprender la
necesidad de implicarse con todo lo que nos sucede.
La incertidumbre, el riesgo y la exposición
emocional a los que estamos sometidos a diario no es opcional, es parte de lo
que nos ocurre, la otra cara de lo que preferimos, pero si deseamos vivir con
plenitud nuestras vidas es necesario estar tanto con una cosa como con la otra.
La ausencia de elecciones parciales nos
permite abrirnos por completo a nuestra experiencia. Tal como dice Roshi Joan
Halifax en Estar con los que mueren: “con menos defensas somos menos
sombríos y más transparentes. Y aporta esto tan oportuno como sensato: Una
triple transparencia:
“Para enfrentarnos al sufrimiento y ser
testigos de este sufrimiento sin colapsarnos ni retraernos a un estado de
alienación, primero debemos estabilizar la mente y entablar una amistad con
ella. La sabiduría de la no evasión
Luego abrimos la mente a la vida; a la vida
al completo, dentro de nosotros y a nuestro alrededor, viéndola con claridad e
incondicionalmente desde esa base interna estable.
Y después, con valentía, abrimos nuestros
corazones al mundo, acogiéndolo en nuestro interior, con independencia de lo
miserable o lleno de dolor que pueda estar. He denominado a esta acción «la
triple transparencia»: nosotros siendo transparentes para nosotros mismos, el
mundo siendo transparente para nosotrosy nosotros siendo transparentes para el mundo.”
Por el mero hecho de haber nacido y crecido algún “rasguño”, al menos, la
vida nos ha hecho. Muchos de ellos cicatrizaron sin dejar siquiera marca, otros
han dejado marcas que cuando las miramos vemos nuestro dolor pero también
nuestra capacidad para sanar.
La compasión y
la auto compasión, afortunadamente, se están haciendo cada vez más visibles en
nuestra sociedad. Las encontramos en una gran variedad de libros, cursos,
conferencias y talleres. Están presente en todas las redes sociales y también
en distintos ámbitos. Por ejemplo, en el sistema sanitario, el educativo, el
llamado tercer sector e incluso el empresarial. Aunque este último merece un
comentario aparte. Es sin duda una muy buena noticia y hay que seguir
trabajando en ello. Todos nosotros y el planeta en su totalidad lo necesitan.
S.S. Dalai
Lama ha tenido, y tiene, un rol protagónico a través de la difusión constante
de la compasión como el bien más relevante y de mayor beneficio para la
humanidad. Otro importantísimo factor que ha contribuido, y mucho, es el amplio
espectro de profesionales de las ciencias contemporáneas que se han dedicado
por muchos años a la investigación de los mecanismos cerebrales que intervienen
durante el pensamiento empático y compasivo, de los beneficios que aporta el
entrenamiento en compasión y al desarrollo de diversos y completos programas de
aprendizaje y práctica meditativa, reflexiva, lúdica, etc.
En un
imaginado movimiento pendular Intuyo que se está por alcanzar el punto opuesto al
anonimato social en el que estuvo escondida la compasión como elemento de
estudio y práctica. Aunque es justo resaltar que la sociedad en muchos casos, o
los individuos en tantos más, dieron muestras de una solidaria compasión de
forma espontánea. El impulso actual ojalá nos lleve de lo extraordinario y
puntual a lo cotidiano y universal.
Definamos
compasión
Thubten Jinpa en
su libro Anatomía del corazón: Compasión budista para transformar tu vida,
dice “…a grandes rasgos, la compasión, es un sentido de preocupación y cuidado
que surge cuando nos vemos enfrentados al sufrimiento de otros y nos sentimos
motivados a paliar ese sufrimiento” y agrega “En su núcleo, la compasión es
una respuesta a la inevitable realidad de nuestra condición humana, nuestra
experiencia del dolor y la pena. La compasión ofrece la posibilidad de
responder al sufrimiento con comprensión, paciencia y amabilidad más que con,
digamos, miedo y repulsión. De esta manera, la compasión nos permite abrirnos a
la realidad del sufrimiento y buscar su alivio. La compasión es lo que conecta
nuestro sentido de la empatía con actos de bondad, generosidad y otras expresiones
de nuestras tendencias altruistas. Cuando la compasión surge en nosotros frente
a la necesidad o el sufrimiento, tres cosas suceden casi instantáneamente:
percibimos el sufrimiento o la necesidad del otro; nos conectamos
emocionalmente a esa necesidad o sufrimiento; y respondemos instintivamente al
desear alivio para esa situación. La compasión puede conducir a la acción; es
una disposición inmediata para ayudar o querer hacer algo en cuanto a la
situación de alguien más. Hoy en día los científicos empiezan a rastrear las
bases neurobiológicas de la compasión y a explorar sus profundas raíces
evolutivas”
En los últimos
años la compasión hacia uno mismo ha ganado, también, una merecida presencia. La
referencia inmediata al tratar este tema es la psicóloga Kristin Neff, autora
de Sé amable contigo mismo. Junto a Christopher Germer, otra cita ineludible,
han desarrollado el elaborado programa un entrenamiento en atención plena y
compasión, MSC, por sus siglas en inglés. (Mindful self compassion)
Compasión
hacia uno mismo
“El
capullo
simboliza
todas las cosas,
incluso
aquellas que no florecen,
pues todo
florece por dentro, por su propia gracia.
Aunque es
necesario
volver a
enseñar a una cosa su encanto,
poner una mano
en la cresta
de la flor
y tornar a
explicarle con palabras y el tacto,
que es
encantadora,
para que
florezca de nuevo, por dentro, por su propia gracia.”
Esta mirada
tierna y responsable hacia uno mismo siempre ha estado presente en el budismo.
Tal vez con una silueta más difusa que la presencia nítida del sufrimiento de
los otros. Los Cuatro pensamientos inconmensurables, o Las cuatro moradas
celestiales (o Brama-viharas, así llamados en las tradiciones más antiguas,
seguidoras del Canon pali) enuncian el anhelo de que todos los seres
encuentren la felicidad y de que todos los seres se alejen del
sufrimiento. Ese todos, obviamente, es
incluyente sin limitaciones. Apela a una universalidad libre de toda
preferencia personal y, aunque no debiera ser necesario lo resalto, incluye a
uno mismo, todos es todos. Pero creo que como una
inercia de descuido personal, o un forzado “heroísmo” espiritual, el
practicante cuando enuncia y practica estos cuatros pensamientos se excluye.
El poema de
más arriba, desconozco la autoría, describe bellamente una cualidad de la
compasión: “volver a enseñar a una cosa su encanto”. El encanto de confiar en
las cualidades propias que como un profundo legado humano todos hemos heredado.
También es verdad
que la compasión hacia uno mismo debe descansar en una lúcida inteligencia para
que ese pulso de auto cuidado no se deslice hacia la auto complacencia. El orgullo,
la vanidad o la auto indulgencia no son, precisamente, el encanto de nadie.
¿Qué elementos
pueden integrar la compasión hacia uno mismo? A mi criterio uno de ellos y de
importancia crucial, es analizar las causas del sufrimiento. ¿Sería esto una
auto compasión preventiva? Estoy convencido que sí.
Por lo tanto ¿hemos
dilucidado todas las causas que originan nuestro dolor? ¿Este dolor es siempre
infringido por los demás, las causas son solo externas? o ¿en alguna medida
nosotros mismos somos una de las causas de ese dolor? Dicho de una manera muy
llana, ¿solo basta echarle la culpa al fuego cuando nos quemamos? ¿no tendremos
que comenzar a prestar atención antes si la hornalla está encendida? ¿puede que
una sobre identificación con el yo, sea una de esas causas?
El
surgimiento del YO
De forma
corriente nos experimentamos a nosotros mismos siendo yo. Y ese yo, es un
constructo mental tal como afirman, coincidentemente, tanto el budismo como la
psicología occidental,
El budismo
reconoce un estado de consciencia más elevado que el yo, pero al mismo tiempo
integra que esa estructura mental, el yo, es provisional y cumple una función
sumamente útil para nuestro desarrollo y comunicación con el mundo. No hay
barco que no necesite de un buen capitán para llegar a destino navegando tanto
por aguas tranquilas como agitadas. Nosotros también necesitamos ese “capitán”
que nos guie en los asuntos cotidianos y funcionales como en los emocionales y
también, los trascendentales si fuera el caso. Pero ¿Y si acabáramos creyendo
que solo somos ese “capitán”?
El budismo,
sin duda, reconoce la necesidad de un yo sano que cuida tanto de sí como de los
demás. También entiende que la salud de eso “yo” necesita desarrollar principios
fundamentales como la paciencia, la ética, la generosidad, una diligente
predisposición, una brillante y lúcida inteligencia y meditación.
Cuando las
enseñanzas budistas se ocupan de las limitaciones, u obstáculos, a la expresión
compasiva que proviene del fondo de bondad que nos anima, encuentra que la
sobre identificación con este yo es sumamente problemática.
Tal como dice
John Welwood en “Psicología del despertar “cuando esa construcción que es el YO
conceptualizado se convierte en el control de las funciones y capacidades
psíquicas, observar, controlar, gestionar, vincular”, etc., acabamos teniendo
una visión muy parcial de nuestras experiencias y nos separamos de ese pulso
íntimo y profundo.”
Entre
el miedo y la esperanza
Casi todo el
tiempo estamos en “modo yo”. La ciencia nos cuenta de que hay, al menos, tres
sistemas de regulación emocional, que nos hacen estar en ese “modo yo”. Son
sistemas heredados de nuestra evolución y que están presentes en nuestras
vidas. De ello supe por las lecturas de Paul Gilbert, que los describe en
extensión en Terapia basada en la compasión y en La mente compasiva.
El primero de
esos sistemas, es el de Amenaza y defensa, que se enfoca hacia la seguridad, la
lucha o la huida, y busca protección. El segundo sistema es el de Incentivos y
búsqueda, se enfoca hacia las metas, superar desafíos y competir y, por último
el tercer sistema es el de Calma y afiliación, dirigido al autocuidado, la
calidez y la empatía. Todos estos sistemas de regulación emocional despiertan
emociones y ponen en marcha, en el mejor de los casos, recursos propios para
satisfacer estas demandas. Hay mucho más para decir en este sentido,
En el segundo
de los libros citados más arriba, La mente compasiva, Paul Gilbert apunta:
“En este
sentido del yo confluyen unas cuantas habilidades: la introspección, el
conocimiento de los propios sentimientos y la capacidad de contemplar el yo
como un ser que siente y existe (o no existe) en el futuro. Esas capacidades
autoconscientes y autorreflexivas pueden tener un gran impacto sobre las
emociones del «cerebro/mente antiguo». Es decir, acabo de empezar a
acostumbrarme a estar aquí, en esta vida que no elegí, con sentimientos y
deseos que no pedí y, justo entonces, descubro que mi cuerpo se descompone y
que pronto ya no estaré. Con suerte, tendré unos 25.000 o 30.000 días de vida.
Estoy profundamente enamorado de mi esposa y quiero muchísimo a mis hijos, pero
entonces descubro que ellos tampoco van a estar aquí mucho tiempo, que todos nos
disolveremos. La verdad es que parece un plan nefasto.
Pero el
sentido del yo tiene otros problemas. Esto ocurre porque nuestro «cerebro/mente
antiguo» nos hace muy conscientes del entorno social y aprovecha las
capacidades del «cerebro/mente nuevo» para pensar en el yo en relación a los
demás. Así que resulta posible que nos veamos inferiores y fracasados en
comparación con los demás y, de este modo, activemos sentimientos depresivos.
Nos podemos preocupar por no encajar, o por no gustar a la gente o por dar
imagen de debilidad. Nuestra mente autoconsciente también puede preocuparse por
los problemas futuros y los «yos» del futuro”.
Sin duda que
hay mucho más sobre este apasionante tema del yo, pero me detengo aquí para retomar
esta línea de exploración de si nosotros mismos no nos generamos sufrimiento a
partir de tantas expectativas y exigencias con las que nos acosamos.
Las
ocho preocupaciones mundanas
Brevemente, y
agrego arriesgadamente por la complejidad de tema, resalto lo que envuelve y
aprisiona a nuestra sociedad. Una suerte de modelo “negocio” donde todo debe
ser eficiencia y ganancias. Un modelo que estimula la comparación y la
competencia, entre todos, empresas e individuos. Es aquí, en este contexto,
donde ese “modo yo” se vuelve tan crítico con uno mismo. Resalta, casi
obsesivamente, lo que nos gusta y no nos gusta de nosotros, la manera en que
nos gustaría que nos vieran los demás, la forma en que sospechamos que nos ven,
o no nos ven, los demás. Si llegamos o no a dar la talla, a estar a la altura
de las circunstancias. Este modo yo tan crítico juega en nuestra contra
alimentando la desvalorización.
En el budismo
hay una descripción muy interesante para tener en cuenta en esto de la
compasión hacia uno mismo. Nos anima a descubrir si no tenemos un rol
protagónico en la construcción de nuestra infelicidad. Son Las ocho
preocupaciones mundanas, cuatro pares antagónicos que describen muy bien este
juego pendular del miedo y la esperanza:
Esperanza de ganancia y el miedo a la pérdida
La esperanza de placer y el miedo al displacer
La esperanza de renombre y el miedo al
olvido/anonimato
La esperanza de alabanza y el miedo a la
crítica/censura
¿Qué hay detrás de nuestras
búsquedas?, ¿lo que buscamos siempre nos conviene, qué nos aporta en términos
de bienestar? ¿cómo reaccionamos cuando no lo logramos, nos evadimos, nos
culpamos?
Vivir implica el reto de
gestionar nuestras vulnerabilidades y afianzar nuestras fortalezas para disminuir
el sufrimiento que nace de
nuestra resistencia contra las cosas que no salen como queremos. Calmar esas
ansias para que las cosas ocurran exactamente como las planeamos y aceptar que
pueden ocurrir “las diez mil cosas” como dice el Tao Te Ching.
Las pérdidas, el dolor, las críticas o el miedo nos causan pesar y la
negación o resistencia lo hacen mayor aun. Claro que no nos gusta, nadie elige
pasar por ellas, pero llegan a las vidas de todos, nos gusten o no. Esto
y mucho más es, simplemente, parte de la vida.
¿Pero
qué provecho podemos sacar de estas visitas no deseadas? En todo caso ver con
honestidad y amor cómo nos afecta. Jetsunma Tenzin Palmo en su comentario sobre
Las ocho preocupaciones mundanas dice: “Es sano ver cuanto y cómo nos afecta y
nos resistimos a cualquier cosa que el ego considere desagradable. Y como nos
aferramos y apegamos con mucha fuerza a cualquier cosa en busca de esa tan
preciada seguridad y placer que este modo yo, ansía”
Abrirnos
a la vulnerabilidad confiando en nuestras fortalezas nos ayudará a integrar y
aprender de lo que nos sucede y de la manera en eso sucede. ¿Los problemas
desaparecerán solo por ello? Es muy posible que no, pero pasada la
interpelación a la vida del ¿por qué a m i?, escuchemos la respuesta ¿y por qué
no a ti?
Queda
mucho más…this will continue, (esto
continuará) como dicen las series…
Objetivos generales
Hablar de la muerte es hablar de la vida y hablar de la vida es hablar de la muerte. Hay un diálogo constante entre ambas, están íntimamente ligadas y ambas nos cuestionan, nos interrogan, nos acorralan, nos preguntan y también nos responden.
Aunque hoy en día, fundamentalmente a los ojos de nuestra sociedad occidental, la muerte ha perdido naturalidad y la consecuente presencia, cuanto mucho es una reflexión personal, pocas veces es un tema de conversación entre pares y socialmente la negamos
A la muerte se la ha desterrado del mundo de las cosas familiares, no sin consecuencias. La muerte, hoy en día, es un tabú, tan inconfesable como inaceptable, tan impensable como insensata.
Por todo esto es necesario concienciar y sensibilizar sobre la extraordinaria experiencia vital que protagonizamos en primera persona y de las posibilidades que nos brinda la atención plena tanto en la vida como en su final.
La Atención Plena no solo es la capacidad de la auto observación prescindente de juicios conceptuales, si no, también, la siempre presente posibilidad de expresar con habilidad creativa las cualidades de sabiduría y compasión presentes en esa atención plena
Destinatarios
Todas aquellas personas que se sientan atraídas a explorar en sí mismas las posibilidades que se desarrollan a través de la Atención Plena y llevar esa experiencia al ámbito individual, e íntimo, de reflexionar sobre la propia finitud, como a la presencia activa y sensible en el acompañamiento a enfermos en el proceso de morir.
Métodos de práctica – Meditación
Enseñanza y práctica de Atención Plena basada en las instrucciones de la práctica de Calma mental, Visión profunda y Tonglen que provienen del budismo. Con la primera de las prácticas se estabiliza la atención despierta al proceso conceptual de la mente y a la sobre identificación cognitiva con esos contenidos, promoviendo un espacio consciente que permite la superación de las inercias emocionales que lastran el crecimiento emocional y espiritual.
Con la práctica, inspirada en la tradición meditativa de Visión profunda, sumada a las enseñanzas que investigan la identidad ontológica del yo y la realidad de las cosas, se promueve una mirada y comprensión distinta, enriquecedora y en muchos casos novedosa, sobre la diferencia existente entre las cosas como se experimentan y como auténticamente son. Y en ambas la atención plena no está disociada de la compasión que impregnará una presencia despierta y empática.
Con la práctica de Tonglen se desarrollará una cercanía y comprensión compasiva, tanto con uno mismo, como con los demás, invirtiendo el habitual proceso de rechazo del sufrimiento, se entiende que precisamente este rechazo incrementa la experiencia emocionalmente dolorosa
Contenidos del curso
1. Retos, vulnerabilidades y recursos
Cuestionamiento de la vulnerabilidad como debilidad y afirmación de la vulnerabilidad como la puerta que abre al dolor hacia la trascendencia.
2. El miedo es el inquilino de la mente, no su dueño
Gestión emocional a través de la presencia despierta y atenta a los condicionamientos de las inercias evolutivas heredadas, de las cognitivas y de las emocionales
3. Aprender a despedirnos
Afianzar la presencia, la hospitalidad y el dejar ir nos permitirá destrabar y reencauzar la enorme inteligencia que subyace en el núcleo de todo conflicto, reconocer la coraza del carácter tras la cual nos protegemos, ese aspecto congelado de nuestro ser. Resulta esencial aprender a cultivar la atención plena y la compasión para traer a ella las contracciones donde estamos atrapados. Descubrir lo que confunden, aprender de ello y poder limitarlo, transformarlo o trascenderlo.
Tres tareas necesarias para un buen vivir y un buen morir:
a) Comprender el sufrimiento es transformarlo
b) Presencia, hospitalidad y dejar ir
c) Saber de mí; una vida con sentido
No se necesita experiencia ni conocimientos previos
Horarios, sitio y aportación
Viernes 21h a 22 hs – Sábado de 10 a 13,30 hs – 17 a 20,30 – Domingo de 10 a 13,30 hs
Calle Victoria 15 – Sala de yoga del gimnasio Victoria
Socios del gimnasio Victoria 70 € – No socios 80 €
Que habitamos en una sociedad compleja no es novedad, que nosotros somos complejos tampoco lo es. Cuando esto es tema de conversación, entre suspiros aparece, como oposición, la idea de “una vida simple” y la nostalgia nos lleva a un pasado que idealizamos como idílico. Pueblos, aldeas, lo urbano y lo rural creemos que en el pasado han sido mejores.
Pero ni el pasado, ni la vida rural, han sido tan idílicos, de hecho la calidad de vida es notablemente mejor en estos tiempos. Sostienen esta aseveración, la de un presente mejor, tantísimas estadísticas. Sin duda que la experiencia de vivir es mucho más que un dato estadístico y que estos índices notables no se extienden uniformemente. No se desconocen las dificultades, pesares y limitaciones de mucha gente. Ni tampoco que aquellos ámbitos propician una vida donde el “tiempo nos habita a nosotros” y no se escurre anónimamente como lo hace en los relojes de las grandes urbes.
¿Las emociones son positivas o negativas? o ¿Adaptativas y desadaptativas? Leyendo «Emociones: una guía interna» del Leslie Greemberg, creador de la Terapia Centrada en las Emociones y charlando con varios amigos psicólogos, formados con él, comencé a sentirme más cómodo con esta última idea, que las emociones son adaptativas o (más…)
Si nos preguntamos cómo nos relacionamos con el dolor, el sufrimiento, la irritación, desilusión o cualquier otra contrariedad, es posible que encontremos que una de las maneras es la huida, ignorarlo, o suplantarlo por otras actividades para anestesiar nuestro sentir.
Pero un auténtico impulso de sanación y superación nos puede acercar a la compasión tanto por nosotros mismos como por los demás. El Dalai Lama suele afirmar: «Si deseas la felicidad de los demás, sé compasivo. Si deseas tu propia felicidad sé compasivo». Y Kristin Neff, una de las pioneras en explorar la auto compasión como campo de estudio, lo dice de esta manera¨: “La belleza de (más…)