“El capullo simboliza todas las cosas, incluso aquellas que no florecen,

pues todo florece por dentro, por su propia gracia.

Aunque es necesario volver a enseñar a una cosa su encanto.

Poner una mano en la cresta de la flor y tornar a explicarle con palabras y el tacto,

que es encantadora, para que florezca de nuevo, por dentro, por su propia gracia.”

Galway Kinnel

 

 

Este poema describe, para mi, de una manera bella una cualidad de la compasión, la de “volver a enseñar a una cosa su encanto”. En este caso el encanto de confiar en las cualidades propias de un profundo legado humano todos hemos heredado y que no siempre recordamos. A veces, muy a menudo en realidad, es necesario explicarle a nuestro corazón su encanto para que florezca de nuevo y por su propia gracia. Si le recordamos su encanto se animará a investigar las causas que originan su dolor, a preguntare si ¿ese dolor es siempre infringido por los demás?, ¿las causas son solo externas? o ¿en alguna medida nosotros mismos también somos una de las causas de nuestro dolor? Se nos hace más evidente el sufrimiento, el resultado, que sus causas y, a mi criterio, encontrarlas es uno de los elementos esenciales para analizar por qué sufrimos y en qué medida podemos entendernos con ello, porque si solo se quiere el fin del sufrimiento pero no de su causa nos equivocaremos totalmente. Dicho de una manera muy llana, ¿solo basta echarle la culpa al fuego cuando nos quemamos? ¿no tendremos que comenzar a prestar atención antes si la hornalla está encendida?   Todos queremos dejar atrás el sufrimiento y tan rápidamente como se pueda, nos meteremos en un camino, de los tantísimos que hay, pero evitaremos, casi siempre, explorar las causas del sufrimiento. Pensamos que, sea lo que sea, el camino espiritual, un retiro de meditación, un curso de fin de semana, un maestro una maestra, etc. si se nos promete el fin del sufrimiento y una felicidad sin más, entonces debe ser un camino muy bueno. Pero con el tiempo la reaparición del dolor, o su recrudecimiento, nos señala que el fin del sufrimiento así de esta manera tan ligera nunca llegará. Se ha omitido investigar las causas del malestar o sufrimiento, no se ha hecho énfasis alguno sobre las causas. Por ejemplo ¿Qué hay detrás de nuestras acciones?, ¿lo que buscamos siempre nos conviene y qué nos aporta en términos de bienestar? ¿cómo reaccionamos cuando no lo logramos, nos evadimos, nos culpamos? ¿buscamos o logramos algo con ello?

 

 

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Bliss point emocional El término bliss point fue creado por el psicofísico Howard Moskowitz para referirse a la cantidad de azúcar, sal o grasa (o los tres juntos) que optimizan el sabor de un producto y la industria alimentaria ha encontrado en esto la combinación perfecta, esa que conocemos muy bien cuando tras el primer mordisco ya, casi como posesos, no podemos parar hasta acabar con ello. Así el consumidor llega ese punto que se ha identificado como «punto de felicidad” que, en realidad, solo es un bienestar ficticio, pero aun así esta sensación de satisfacción, felicidad, nos hará recurrir a ello una y otra vez. Un chocolate porque estoy triste, una galleta porque estoy aburrido, las legendarias “cositas ricas”. Las segundas cosas que sea acabaron en los súper, después de papel higiénico, al comienzo del confinamiento por el COVID 19 ¿Nos pasa esto con alguna de nuestras actitudes? Cuántas veces hemos comprobado que algo no funciona y volvemos a la inocente idea de remediarlo con elementos que, ellos mismos, son parte del problema. Nos indigestamos emocionalmente con lo que consumimos entusiasmados por un ilusorio sentido de felicidad, ¿nuestro bliss point emocional?. Acaso ¿no nos hemos sorprendidos a nosotros mismos volviendo a la publicación que tanto nos indignó ayer en Facebook? Ayer hemos respondimos con una vehemencia, y jactancia, que solo aplauden los propios e ignoran los demás. Hoy vamos a ver el hilo del intercambio con la misma expectativa que el pescador revisa su espinel y mañana volveremos a vociferar sin recordar de qué estamos hablando. Pero allí estamos puntuales y deseosos viviendo absurdamente a estos ruidosos desencuentros en casi un asunto amoroso. Curiosamente no es poco común una suerte de apego al dolor y por lo tanto, aversión a la felicidad. Lo que en psicoanálisis y en psicología se denomina los “beneficios secundarios” (ej.: me engripo y durante la convalecencia otros me cuidan) ¿buscamos necesitamos algo así? ¿Repetimos una y otra vez el dañarme y el dañar por que no confío en otra manera de comunicar, amar y ser amado? Sufrimiento, dolor y negación Las pérdidas, el dolor, las críticas o el miedo nos causan pesar y la negación o resistencia lo hacen mayor aun. Claro que no nos gusta, nadie elige pasar por ello, pero llegan a las vidas de todos, nos gusten o no, esto y mucho más es, simplemente, parte de la vida. ¿Pero que provecho podemos sacar de estas visitas no deseadas? En todo caso ver con honestidad cómo nos afectan y preguntarnos si algo que hacemos, o dejamos de hacer, acaba siendo una de las causas de nuestro sufrimiento. Uno de nuestros engaños más persistentes es el convencimiento de que la fuente, las causas, de nuestra insatisfacción están exclusivamente fuera de nosotros y también solemos pensar que la satisfacción proviene, exclusivamente, de fuera, el anverso de la insatisfacción.

 

 

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¿Por qué siendo tan capaces de resolver tantas cosas no podemos vivir con más ligereza, con algo más de alegría, de apertura? en definitiva de paz. ¿Por qué nos sacuden los celos y altera el enfadado? Y ¿los miedos y angustias de donde vienen? Un día descubrimos que con los que más discutimos son las personas que nos rodean y amamos. Vamos siempre con prisas, incluso en las relaciones personales, siempre hay otro lugar al que ir, ¡una búsqueda insaciable! Nos maltratamos, recriminamos cosas a nuestros hijos o amigos. Y ¿qué es esta sensación de impotencia que nos hace sentir tan limitados? A medida que se afirma esta mentalidad de pobreza tendemos a ser más rígidos en nuestra identificación con ciertas ideas acerca de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Poco a poco perdemos conexión con la apertura básica, la claridad y el amor que es la esencia de nuestro ser. Aprendemos a definirnos por las carencias y nos apegamos a esas definiciones aunque sea un poco halagadoras o autodestructivas. Por el simple hecho de vivir cuanto menos saldremos arañados…pero si miramos debajo de las cicatrices, de las heridas que hemos sufrido en la vida, podremos redescubrir la joya del amor básico e incondicional. La invitación es a redescubrir el amor esencial, alimentarlo y cultivarlo hasta que se convierta en una preocupación profunda y activa por el bienestar propio auténtico y de los demás.