![Que nuestras heridas no nos avergüencen 1 Que nuestras heridas no nos avergüencen](https://karmatenpa.com/wp-content/uploads/2024/12/3-1-819x1024.jpg)
Cuenta Tara Brach, psicóloga estadounidense fundadora y maestra de la Comunidad de Meditación Insight en Washington D.C. que Anthony de Mello, un conocido sacerdote, escritor y sabio jesuita, describió un momento clave en su relación consigo mismo a través de una suerte de aceptación radical. Dijo que había pasado décadas deprimido, angustiado y siendo desesperadamente egoísta sobre cómo cambiar. La peor parte, dijo, era que incluso sus amigos le habían dicho que necesitaba ser menos egocéntrico. Entonces, un día su mundo se detuvo cuando un amigo le dijo: no cambies. Por favor no cambies. Te quiero tal como eres. No cambies. Te amo tal como eres. El padre de Mello dijo que las palabras eran pura gracia, que, paradójicamente, cuando obtuvo permiso para no cambiar -ser como era- fue cuando se sintió capaz de transformarse profundamente.
Esta historia puede ser nuestra propia historia y puede ser, sobre todo, la base de la sanación y la transformación. Puede que ocurra cuando detengamos la guerra hacia nosotros mismos, por lo malo que somos, lo equivocado que estamos, lo poco que valemos y todo lo que el sentimiento de falta de valía pueda susurrarnos. Entonces, podremos ser libres para florecer y convertirnos en todo lo que podemos ser, por lo que, en última instancia, para avanzar hasta llegar al corazón de nosotros mismos necesitamos ser capaces de considerarnos con profundo amor y aceptación para abrir la puerta al cambio.
Ante esta forma de sufrimiento necesitamos entrenar la autocompasión, y uno de los primeros pasos es que nuestras heridas no nos avergüencen. Dice Pablo d ´Ors, en su libro “Biografía de la luz”: “Los males a los que no hemos de resistir, sino honrar, son la ira, la pereza, el egoísmo, la gula… Cada cual sabrá qué es lo que más le aflige: la envidia por el éxito ajeno, el sentimiento de inferioridad o de humillación, una vida mentirosa y doble, una infidelidad a la propia vocación… Sólo honrando todo eso (que nos pertenece más de lo que nos gustaría), sólo sin resistirse a su aparición –reincidente, inoportuna– comienza el verdadero camino interior. Todos estos vicios o defectos, también llamados demonios interiores, son la voz del alma. Son invitaciones a la autocompasión y propuestas de amor a uno mismo, sin el que no cabe soñar con el amor a los demás. De manera que la desafiante invitación de Jesús a amar a los enemigos debería aplicarse también a nuestros propios enemigos interiores, no sólo a los de fuera. Si no quieres que te devasten, ama tu indolencia, tu inconstancia, tu avidez, tu distracción. Ama tus celos, tu vergüenza, tu banalidad, tu cobardía. Porque, con independencia de lo oscuras o perniciosas que a primera vista te resulten todas estas fallas del carácter, en el fondo tú sabes que sólo son síntomas de tu inconmensurable necesidad de amor.
Dos flechas en una diana
Veamos, entonces, que nos sucede cuando nos encontramos angustiados, irritados, decepcionados, o cualquier otra emoción difícil que estemos sintiendo. No solo encontramos el impacto de esa emoción, sino que damos un paso más, sentirnos mal por tener ese sentimiento. Ya no solo me siento mal por la emoción difícil, sino que ahora me siento peor por sentirme mal. Suele describirse como una segunda flecha; la primera flecha es el sentimiento o la emoción en sí y la segunda flecha es la experiencia de ser malo, incompetente, inmaduro, etc. por tener ese sentimiento. En lugar de llevar una energía curativa al conflicto intrapersonal, con demasiada frecuencia nos sentimos indignos y nos condenamos a nosotros mismos y a los sentimientos que tenemos.
Al respecto dice Tara Brach: “Los humanos tendemos a ser emocionalmente bipolares. O no sentimos como si fuéramos los peores o nos sentimos superiores y somos egoístas. Vamos y venimos entre extremos. Debajo del sentido de la especialidad, invariablemente, hay una sensación de vacío, una sensación de separación. A pesar de la bravuconería, nuestro sentido de superioridad es previsiblemente frágil y, en el fondo, hay una vulnerabilidad reprimida.
Así que, a pesar de las diferentes apariencias superficiales, el trance de la indignidad -de sentirse deficiente y no amado- es una de las formas más comunes y generalizadas de trance en las que caemos. De lo que a menudo no somos conscientes es de cuantos momentos de nuestra vida están distorsionados por una corriente subterránea de no es suficiente o debería ser más o algo anda mal en mí. En las guerras de este trasfondo, tenemos la sensación de que hay un problema y lo vemos como nosotros mismos. De hecho, al igual que los peces no se dan cuenta de estar en el agua, la mayoría de nosotros estamos tan familiarizados con esa sensación de insuficiencia que no nos damos cuenta de que estamos viviendo y respirando un cóctel tóxico de no estar bien.
El trance de la indignidad se ve sostenido y amplificado por nuestro centro de negatividad arraigado, una tendencia profundamente condicionada a recordar y detenerse en las cosas que sentimos que están equivocadas. Este sesgo de negatividad es parte de un mecanismo instintivo de supervivencia y hay un creciente cuerpo de investigación que muestra como nuestra mente y nuestro cerebro están predispuestos a recordar y enfocarse en lo que está o podría estar mal”
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Llegan las "Fake News" emocionales
El crítico, o matón, interno suele controlarnos sin que nos demos demasiada cuenta. Acecha en el espacio de la discrepancia existente entre la imagen que tenemos formada de nosotros mismos, llamémosle el yo real, y la persona que creemos que deberíamos ser, el yo ideal. Cuanto mayor sea esta discrepancia más cosas tendrá para comentar ese matón interno, humillando a nuestro verdadero yo con el consabido: no eres nada bueno, o fustigándolo con respecto a nuestro yo ideal: ¡tienes que hacerlo mejor! Así pues, el crítico interno alimenta dos de los tres sistemas de regulación emocional, el de amenaza y el de logros.
Reconozcamos al crítico interno como una expresión distorsionada de nuestro profundo anhelo de supervivencia psicológica, esa comprensión nos ayudará a desmontar las “fake news emocionales” que acabamos creyéndolas sin más, por ejemplo:
- Debes rechazar las partes inaceptables de tu persona.
- Si te desapruebas podrás comportarte mejor y escapar a la desaprobación de los demás.
- Si te castigas y avergüenzas podrás estar bajo tu propio control.
- Mantente siempre alerta y busca cada vez más logros para ser aceptado.
- Debes proteger a los demás dirigiendo la ira hacia ti.
- Mantén hábitos e imagen que te resulten familiar, porque te han proporcionado apoyo y seguridad, y exonérate de la responsabilidad de hacer cambios.
Los ecos de estas fake news descalificarán los primeros pasos que demos en el entrenamiento de la autocompasión y de la compasión dirigida a los demás. Estas “falsas noticias” surgen de los “corrillos” entre la vergüenza y la culpa.
Somos seres relacionales que hemos nacido con la necesidad de ofrecer y recibir afecto de los demás y para aumentar las probabilidades en este sentido, desarrollamos la capacidad de evaluar constantemente la imagen que los demás pudieran tener de nosotros.
“Porque la conectividad social es crucial para nuestra supervivencia, hemos desarrollado una fuerte autoconciencia, (desencadenante del rubor) y una fuerte necesidad de que los demás nos vean bajo la luz positiva. Cuando no es tal el caso, nos sentimos poco seguros y se desencadena el sistema de amenaza. La vergüenza y la culpabilidad son emociones que derivan de esta autoconciencia y, son los mensajeros que indican que la manera como nos ven los demás podría verse empañada y nosotros podríamos caer en el ostracismo” sostienen Erik van den Brink y Frits Koster.
Conclusión
En lugar de avergonzarnos de nuestras heridas, podemos verlas como maestros que nos enseñan a ser más amables con nosotros mismos. La autocompasión no es indulgencia; es un camino hacia la autenticidad y la sanación. Aceptar nuestras imperfecciones nos permite liberarnos de la necesidad de ser «perfectos» y nos abre a una vida de conexión, amor y paz interior.
Karma Tenpa