Los temas desarrollados en Compasión, vulnerabilidades y fortalezas I y II son parte del contenido del curso que daré el 28 y 29 de septiembre en Dag Shang Kagyu. Más información pinchando AQUÍ.

Lo predecible se transforma en sorpresa

Nuestras aflicciones tienen una enorme atracción y la fuerza que tienen puede profundizarse cada vez más en una espiral de dolor que opaca el brillo de la lucidez. Así el dolor se ve así mismo, ignora ver a su alrededor y todo se transforma en un rutinario y predecible sufrimiento.

Pero lo que vemos como “predecible” puede ser otra rutina mental que por familiaridad se inclina a resaltar el conflicto, las dificultades, el dolor, la decepción, la ira o la frustración y no divisa, tal vez por cerca que están, las capacidades, recursos y fortaleza que todos poseemos para superar esas dificultades.

Un poderoso recurso para abrir el corazón y revitalizar la conexión íntima con uno mismo, fuente de tanta fortaleza, es la gratitud. Y un paso anterior es recuperar la capacidad de sorprendernos, dejar de ver las cosas de forma lineal, nacidas de la vulgaridad repetitiva de una rutina tediosa.

La impermanencia y la interdependencia nos muestran la urdimbre que tejen todas las cosas de la vida: las personas, la naturaleza, el tiempo, la palabra, el silencio, la intención, el encuentro, la despedida, el amor, la muerte y una larga lista que te animo a que explores hasta que te sorprenda la necesidad de … ¡agradecer!

Dice el Hermano David Steindl-Rast en su libro “La gratitud, corazón de la plegaria:

Lo que cuenta en el camino hacia la plenitud es que recordemos la gran verdad que los momentos de sorpresa quieren enseñarnos: todo es impermanente e interdependiente. La medida en la que estemos despiertos a esta verdad será la medida de nuestra gratitud; y la gratitud es la medida de nuestro estar vivo. ¿Acaso no estamos muertos a todo aquello quedamos por supuesto? Siempre está sucediendo una de las varias posibilidades

El carácter interdependiente e impermanente de las cosas puede ser reconocido, pero no siempre probado; al menos no por el intelecto solamente. Sólo la experiencia de vida puede probarlo, y en la vida hay más de lo que el intelecto puede captar.

El reconocimiento y la aceptación son dos tareas diferentes. Nos cuesta aceptar la interdependencia, sobre valoramos la independencia. Crecer ha sido tanto aprender a valernos por nosotros mismos y como, será en algún momento, aprender a aceptar ayuda cuando la necesitemos. Despertar es un proceso lento, vivir una vida abierta a la sorpresa, a pesar de toda la muerte que vivir implica, nos hace sentir más vivos que nunca.

No aceptes ni rechaces nada de lo que has leído, mejor prueba de ejercitarte en la gratitud y experimenta por ti mismo cómo la gratitud rescata del sentimiento de indefensión o soledad cuando compruebas como has sido, y continúas siéndolo, sostenido por tantísimas causas y condiciones que no responden a tu voluntad y puedes considerarla como una ofrenda constante hacia ti.

“Quieres la felicidad para los demás? Practica la compasión. ¿Quieres la felicidad para ti? Practica la compasión.
S.S. Dalai Lama

Luego haz surgir la voluntad de llevar a la acción la afirmación que seguramente te visitará: Puedo honrar lo recibido, retribuyendo con gratitud tanto como pueda por el bien de los demás.

Este siguiente ejercicio que tomo prestado del libro “NAIKAN. La gratitud, la gracia y el arte japonés de la introspección” por Gregg Krech. Me sorprendió por el enorme despliegue de memoria y reconocimiento que hace nacer su práctica. Estos siguientes puntos puedes explorarlo en distintos lapsos de tiempo, el día de hoy, ayer, el mes pasado, y así tan atrás como quieras. O tomar un año, o época en particular de tu vida, por ejemplo el colegio, el instituto, la universidad, o el primer trabajo. Incluso el actual. Prueba con el siguiente ejemplo que puedes aplicar luego a cualquier espacio de tu vida.

En el día de ayer:

¿Qué he recibido de ________________________________________________?

¿Qué le he dado a __________________________________________________?

¿Qué problemas y dificultades he causado a ______________________________?

El examen sincero de nosotros mismos no es tarea fácil, no siempre nos sentimos entusiasmados a visitar nuestros paisajes más íntimos. Sobre todo cuando nos resultan áridos y dolorosos. Pero de la mano de la compasión dejamos fuera la recriminación basada en la vergüenza y esa suerte de fatal atracción de buscar para maltratarnos eso que hemos llamado faltas y errores.

Tiene una cualidad reparadora reconocer nuestras torpezas y acciones que han causado inconvenientes y heridas a los demás. Todo es parte de nuestra vida y con sentimiento de integración y sanación nos encontramos con todo ello. Es posible que descubramos, tal vez por primera vez, que hemos hecho lo que hemos podido y desde muchos condicionamientos que ahora comenzamos a ver con claridad.

En Naikan, el libro mencionado más arriba, encontré esto que viene muy al caso: “Ese tipo de introspección deja poco espacio para culpar a los demás o para lamentarnos de cómo nos han tratado. En vez de eso, quedamos totalmente desprovistos de excusas, racionalizaciones y auto justificaciones, lo que nos permite ver nuestra vida tal como la hemos vivido. Hay un gran poder en la realidad tal como es.

Como seres humanos, tenemos el sincero deseo de conocernos a nosotros mismos y de encontrar un significado en nuestra vida. Y tenemos la capacidad de hacerlo. Es posible que seamos las únicas criaturas del universo que pueden reflexionar sobre sí mismas. Podemos observar nuestros propios pensamientos y sentimientos y recordar las acciones y acontecimientos del pasado como si nos observáramos en un espejo. Esta capacidad de introspección tiene la llave de nuestra libertad, al tiempo que brota de las raíces de nuestro propio sufrimiento.

Y en unos párrafos más adelante esto que es la esencia de todo este trabajo introspectivo: Si no volvemos conscientemente nuestra atención hacia las infinitas formas de sostenernos que tiene el mundo, corremos el riesgo de que nuestra atención se quede atrapada en los problemas y obstáculos, dejándonos estancados en el sufrimiento y la autocompasión.

Vuelve a los tres interrogantes planteados más arriba, Qué he recibido de… ¿Qué le he dado a…? y Qué problemas y dificultades he causado a…? cópialas y quédate con ellos trabajando detenida, comprometida y amablemente. Tal vez sea una “medicina de feo sabor”, pero confía que cura.

La vulnerabilidad

Nos dan un consejo para tener en cuenta por si nos perdemos en un bosque muy frondoso, “no corras, detente y oriéntate, mira la brújula, antes de dar el siguiente paso” porque lo que se hace habitualmente impulsados por el temor es andar rápido y sin rumbo, con lo cual nos perdemos aun más. En nuestra vida emocional usemos el mismo consejo si nos “perdemos”, en vez de correr alocadamente como un muñequito a cuerda, detengámonos y orientémonos.

Este es el aporte de la auto observación que nace en el cojín y lo llevas a la vida. La práctica meditativa es una observación que se hace desde “eso” que no es lo observado. Si miras los pensamientos desde una mente dualista, que por defecto usa el lenguaje “yo observo” la pretendida calma puede ser evasión.

Con el tiempo, y mucha práctica, se estabiliza el recurso de observar, discernir y optar. Dicho con otras palabras, podemos pasarnos toda la vida escapándonos de nosotros mismo o desenmascararnos y liberarnos de las imágenes que hemos ido creando a fuerza de los roles adaptativos que hubimos de representar.

Me he dado cuenta de que algunas personas pueden ser muy críticas con ellas mismas. Cuando las personas tienen una baja estima o una tendencia a juzgarse con severidad, existe el peligro de que enfrentarse a sus propias faltas pueda terminar reforzando una imagen de sí misma poco saludable.
S.S.Karmapa

Podemos asumir son serenidad cómo son las cosas, relajarnos y aceptar la imprevisibilidad de la condición humana.

Esa imagen que construimos, casi sin darnos cuenta, se ha convertido en la diana donde impacta el dolor. Dice Pema Chodron “Una vez que nos encasillamos en una imagen de lo que somos («así soy yo»), entonces lo vemos todo o como una amenaza o como una oportunidad para nuestra autoimagen, y de no ser así no nos importa nada. Ese apego al yo es nuestra forma de negación de la vida”

Ese apego es lo que nos hace trastabillar pero lo que nos torna vulnerable tiene algo que decirnos, ¿lo queremos escuchar?

Las circunstancias que nos hacen sentir vulnerables no se resuelven en los términos habituales con los que el miedo y la esperanza nos envuelve, ganancia o pérdida, victoria o derrota, o de éxito o fracaso, o crítica y alago, como señalan los Ocho Dharmas mundanos, sino en comprender la necesidad de implicarse con todo lo que nos sucede.

La incertidumbre, el riesgo y la exposición emocional a los que estamos sometidos a diario no es opcional, es parte de lo que nos ocurre, la otra cara de lo que preferimos, pero si deseamos vivir con plenitud nuestras vidas es necesario estar tanto con una cosa como con la otra.

La ausencia de elecciones parciales nos permite abrirnos por completo a nuestra experiencia. Tal como dice Roshi Joan Halifax en Estar con los que mueren: “con menos defensas somos menos sombríos y más transparentes. Y aporta esto tan oportuno como sensato: Una triple transparencia:

  • “Para enfrentarnos al sufrimiento y ser testigos de este sufrimiento sin colapsarnos ni retraernos a un estado de alienación, primero debemos estabilizar la mente y entablar una amistad con ella. La sabiduría de la no evasión
  • Luego abrimos la mente a la vida; a la vida al completo, dentro de nosotros y a nuestro alrededor, viéndola con claridad e incondicionalmente desde esa base interna estable.
  • Y después, con valentía, abrimos nuestros corazones al mundo, acogiéndolo en nuestro interior, con independencia de lo miserable o lleno de dolor que pueda estar. He denominado a esta acción «la triple transparencia»: nosotros siendo transparentes para nosotros mismos, el mundo siendo transparente para nosotros y nosotros siendo transparentes para el mundo.”

Por el mero hecho de haber nacido y crecido algún “rasguño”, al menos, la vida nos ha hecho. Muchos de ellos cicatrizaron sin dejar siquiera marca, otros han dejado marcas que cuando las miramos vemos nuestro dolor pero también nuestra capacidad para sanar.