Suele haber un momento en nuestras vidas que por diversos motivos dejamos de jugar al escondite y decidimos afrontar el tan temido o misterioso tema de la muerte. Tal vez sea esta la primera vez que te acercas al tema, o tal vez ya hayas evolucionado en este sentido, pero
en un caso o en otro experimentaremos una premisa fundamental: prepararnos para la muerte, la nuestra y la de nuestros seres queridos y cercanos, es estar plenamente vivos porque también nos llevará a explorar el miedo a la vida.

Estamos muy identificados con nuestro cuerpo y eso es identificarse con lo temporal, pero también estamos muy identificados con nuestra estructura emocional y eso es estar identificado con nuestros roles, y ambas son experiencias de sufrimiento y lo son porque aún desconocemos que no somos solo nuestro cuerpo y la idea que tenemos de nosotros mismos.

Tanto las pequeñas muertes, como la pérdida del trabajo o de la pareja, el cambiar de país o de entorno, o lo que creemos definitivo, nos muestran nuestra resistencia al continuo cambio, sello característico de la existencia. Entonces ¿Qué podemos hacer con este viaje del nacimiento a la muerte? Pues trabajar con el precioso instante presente y observarnos;  hay una gran inseguridad en nosotros y eso nos lleva a reaccionar de distintas maneras pero siempre partimos de una misma experiencia: miedo.

Un «yo» que lo experimenta  sintiéndose  agredido, ofendido, maltratado, descuidado o un largo etc. La cólera, por ejemplo, no es más que una reacción de miedo ante algo que nos amenaza o se interpone entre nosotros y lo que queremos. Por eso nos enfadamos y chillamos y hacemos a veces un despliegue de violencia. En el deseo también hay miedo implícito, miedo de no alcanzar lo que creemos que nos dará la felicidad, miedo de perderlo luego. En el orgullo y la envidia hay miedo también, aunque escondido bajo una máscara de autosuficiencia; es el miedo a no estar a la altura de las circunstancias, de ser menos que otros, de ser menospreciado. La avaricia, también, es miedo, es incapacidad para dar y compartir es un miedo profundo a perder lo que nos da seguridad, a quedarnos sin nada, a sentirnos pobres. 

Pero estos miedos y sus manifestaciones pueden ser la energía que nos lleve a realizar lo opuesto: transformar ese miedo en sabiduría y esto es esperanzador y liberador