La brevedad de la vida no debiera, precisamente, por ello, distraernos o angustiarnos, sino, en todo caso, tomarlo como una invitación a no protagonizar una vida diluida, superflua y tomar la presencia constante de la muerte como un estímulo para abordar las cosas esenciales de la vida, la muerte es parte del relato de la vida y contribuye a dar un sentido coherente a lo que ya ha pasado. Suprimir esta parte del relato implica asumir la, casi, endémica actitud sumaria de creer que se cancela la vida con la sola idea de la muerte, esto empobrece a ambas restándoles sentido e integridad. Debiéramos mirar como asumimos y gestionamos el cambio.

¿Qué podemos hacer con este viaje del nacimiento a la muerte llenos de miedos y esperanzas? podemos aprender, poco a poco, a captar las reacciones emocionales y a abandonar los guiones ilusorios que nos contamos. Una forma de hacerlo es inspirar esta emoción en nuestro corazón. A veces la mente crea los abismos y el corazón los cruza, así, cuando la atención consciente abraza al miedo la mente temerosa se sumerge en el corazón y descansa de sí misma. 

Cuando nos visitan penas, miedos, insatisfacciones o frustraciones, los sentimientos de desamparo o incertidumbre, solemos sentir que perdemos nuestro corazón, un sentimiento de orfandad, de abandono de nuestra propia compañía. El dolor, y la demanda de atención, cierran la apertura natural del corazón y contra ello impacta el sufrimiento una y otra vez como un ariete que intenta derribar la puerta que se cerró. 

Es necesario aliviar esa carga, comenzando con el reconocimiento de la vulnerabilidad; sin ese reconocimiento, la vulnerabilidad, puede transformarse en miedo y el miedo en pánico. Si no aceptamos el enfado puede acabar en alienación o desesperación y cuando la impermanencia se lleva las cosas que perdemos, negarnos a ella lo transformamos en una lucha agotadora y sin sentido.
Cuando reconocemos e integramos el malestar lo convertimos en información y en recursos internos. 

La muerte forma parte de la vida y es parte del relato de una vida. Es la última oportunidad de hallar un significado y dar un sentido coherente a lo que pasó anteriormente.