Aprender a despedirnos.

El Dharma, enseñanzas budistas, es un extraordinario mapa que nos ayuda a explorar, despertar y estabilizar nuestras profundas dimensiones humanas. En esa tarea que nos proponemos, el estudio y la práctica son, en realidad, los preliminares al encuentro de todo aquello que nos sucede fuera del cojín de meditación, en el día a día, sea en un monasterio o en una ciudad. Así tomamos  la vida misma como aprendizaje e incluimos todo lo que nos sucede, más allá de las preferencias de nuestra “agenda personal” de agradable, oportuno, útil, etc…

Aprender a despedirnos (Foto: Pinterest)

Por otra parte, la “agenda” de la sociedad actual también tiene sus preferencias y el proceso de morir y la muerte no entran dentro de ellas. Ha desaparecido, prácticamente, toda reflexión y presencia de la muerte. Se ha transformado más en un asunto médico que en una cuestión humana. Por el contrario, en el Dharma la presencia de la impermanencia, la interdependencia y la muerte es una constante y esto nos rescata de pagar el precio de negar la vida si negamos la muerte.

La vida y la muerte nos interpelan constantemente. El “yo” prefiere ignorar el juego constante de la impermanencia porque necesita sobreponerse a la amenaza de su desaparición. Se rebela contra el relato tan “poco fiable” que, entiende, es la vida. ¿Cómo va a confiar ese yo, ávido de seguridades, en lo impredecible? Así es como defensivamente ensayamos trucos evasivos, transformando todo en productos de consumo. Uso y descarto la amistad, el amor, el sexo. Creo ingenuamente en la idea del consumismo —yo elijo—, cuando en realidad es la banalidad la que nos gobierna.

¿Cómo rescatarnos de esa banalidad? Inspirados por las enseñanzas, podemos desarrollar estos tres puntos: impermanencia, presencia y compasión para acompañarnos y acompañar tanto en la vida como en el proceso de morir.

Una de las mayores sensaciones de ser vulnerables viene de sabernos mortales. A veces es obvio y otras veces solapado, pero el miedo a la muerte tal vez lo encontremos camuflado en el desconcierto de los cambios y la dificultad de navegar con aquellas fuerzas propias de la vida mucho más poderosas que nuestro anhelo y voluntad.

Foto: Pinterest

La impermanencia está siempre presente, aunque no siempre sea visible. Todo se encuentra en un proceso de cambio, cualquier ente animado e inanimado está cambiando siempre, a cada momento. Sin embargo, en nuestra experiencia personal, nos resistimos e ignoramos este hecho básico. Preferimos la seguridad, lo imprevisible despierta temores.

La presencia, entendiéndola como la capacidad de la mente de reconocer y permanecer en ese reconocimiento, nos ayuda a reconocer que el miedo, el deseo voluptuoso de manipular, el rechazo arbitrario y una amplia lista de emociones desadaptativas, visitan la mente, pero, como toda visita, si no la atiendes, se marcha. Desde esa presencia buscamos en los pliegues de nuestra historia personal, nuestros miedos y esperanzas, para preguntarnos con cruda honestidad: ¿qué sentimos, qué pensamos, qué tememos o qué anhelamos para cuando llegue el momento en que habremos de despedirnos de todo y de todos? No nos demos prisas para respondernos, permanezcamos en el interrogante hasta que las respuestas sean alumbradas por la luz de la sabiduría y la calidez de la compasión. Obtengamos esas respuestas que merecemos darnos y dan un sentido a esta existencia.

Dice Joan Halifax acerca de esa presencia en su libro Estar con los que mueren:“¿Cómo podemos dar y aceptar cuidados […], yendo más allá del miedo hacia un lugar de ternura genuina? Yo creo que esto se produce cuando podemos ser verdaderamente transparentes, viendo el mundo con claridad… y permitiendo que el mundo nos vea.”

La compasión como compromiso activo está activando la figura del acompañamiento espiritual, tanto de la mano de profesionales de la salud, como de la de aquellas personas que comprenden que acompañar en el proceso de morir es una tarea íntima que concierne a todo el mundo; que es un asunto de solidaridad humana ante todo.

La intimidad de esos encuentros abre el corazón sin distinciones de acompañante y acompañado. Acompañar es también una práctica budista. Es presencia, amor y compasión.

El mismo Buda, cuando se encontró con el monje Tissa, excluido por sus propios compañeros, que sentían rechazo ante la visión que ofrecía su cuerpo lacerado y maloliente a causa de una infección generalizada, lavó y curó las heridas de Tissa junto con su asistente Ananda. Luego reunió al resto de los monjes y les dijo que debían cuidarse los unos a los otros, que eran familia. “Cuidar a otro es como cuidarme a mí”, finalizó el Buda.

Extendemos ese mensaje de Buda para asumir que la sociedad que habitamos es, también, nuestra familia. Hoy ya se está trabajando en proyectos de ciudades compasivas y de nuevas formas de familias que incorporen a los sectores más desprotegidos.

Los cuidados emocionales y espirituales al final de la vida pueden ofrecerse de varias formas. Desde el aseo al paciente hasta la escucha activa que ayude a explorar miedos, inquietudes y necesidades. Y sin duda, suceda lo que suceda, estar con una delicada presencia haciendo lo que toque hacer. Aunque no pocas veces lo adecuado es no hacer para estar siendo.

Asear a alguien, curar una escara, dar un masaje en los pies o, incluso, sencillamente darle la vuelta en la cama, todo puede hacerse con una aproximación consciente de lo que realmente es la persona. No se reduce a un cuerpo en ruinas, próximo a la descomposición; es infinitamente más que ese cuerpo… es mucho más que lo que estamos viendo.

Si nos acercamos a esa persona, si la miramos, si la tocamos con esa conciencia de lo que es, nuestra aproximación, nuestros gestos, nuestras miradas estarán impregnadas de esa calidad de confirmación afectiva, de confirmación del otro. Por nuestro modo de ser podemos hacer sentir a alguien que es más de lo que podemos ver. Mantener la presencia despierta siendo testigo de la impermanencia y expresando compasión hacia uno mismo y hacia los demás puede ser el mejor sostén para cuando vamos dejamos atrás los territorios conocidos y la próxima orilla aún no se ve.


Atención plena y compasión en el proceso de vivir y en el proceso de morir – León

Objetivos generales
Hablar de la muerte es hablar de la vida y hablar de la vida es hablar de la muerte. Hay un diálogo constante entre ambas, están íntimamente ligadas y ambas nos cuestionan, nos interrogan, nos acorralan, nos preguntan y también nos responden.
Aunque hoy en día, fundamentalmente a los ojos de nuestra sociedad occidental, la muerte ha perdido naturalidad y la consecuente presencia, cuanto mucho es una reflexión personal, pocas veces es un tema de conversación entre pares y socialmente la negamos
A la muerte se la ha desterrado del mundo de las cosas familiares, no sin consecuencias. La muerte, hoy en día, es un tabú, tan inconfesable como inaceptable, tan impensable como insensata.
Por todo esto es necesario concienciar y sensibilizar sobre la extraordinaria experiencia vital que protagonizamos en primera persona y de las posibilidades que nos brinda la atención plena tanto en la vida como en su final.
La Atención Plena no solo es la capacidad de la auto observación prescindente de juicios conceptuales, si no, también, la siempre presente posibilidad de expresar con habilidad creativa las cualidades de sabiduría y compasión presentes en esa atención plena

Destinatarios
Todas aquellas personas que se sientan atraídas a explorar en sí mismas las posibilidades que se desarrollan a través de la Atención Plena y llevar esa experiencia al ámbito individual, e íntimo, de reflexionar sobre la propia finitud, como a la presencia activa y sensible en el acompañamiento a enfermos en el proceso de morir.

Métodos de práctica – Meditación
Enseñanza y práctica de Atención Plena basada en las instrucciones de la práctica de Calma mental, Visión profunda y Tonglen que provienen del budismo. Con la primera de las prácticas se estabiliza la atención despierta al proceso conceptual de la mente y a la sobre identificación cognitiva con esos contenidos, promoviendo un espacio consciente que permite la superación de las inercias emocionales que lastran el crecimiento emocional y espiritual.
Con la práctica, inspirada en la tradición meditativa de Visión profunda, sumada a las enseñanzas que investigan la identidad ontológica del yo y la realidad de las cosas, se promueve una mirada y comprensión distinta, enriquecedora y en muchos casos novedosa, sobre la diferencia existente entre las cosas como se experimentan y como auténticamente son. Y en ambas la atención plena no está disociada de la compasión que impregnará una presencia despierta y empática.
Con la práctica de Tonglen se desarrollará una cercanía y comprensión compasiva, tanto con uno mismo, como con los demás, invirtiendo el habitual proceso de rechazo del sufrimiento, se entiende que precisamente este rechazo incrementa la experiencia emocionalmente dolorosa

Contenidos del curso
1. Retos, vulnerabilidades y recursos
Cuestionamiento de la vulnerabilidad como debilidad y afirmación de la vulnerabilidad como la puerta que abre al dolor hacia la trascendencia.

2. El miedo es el inquilino de la mente, no su dueño
Gestión emocional a través de la presencia despierta y atenta a los condicionamientos de las inercias evolutivas heredadas, de las cognitivas y de las emocionales

3. Aprender a despedirnos
Afianzar la presencia, la hospitalidad y el dejar ir nos permitirá destrabar y reencauzar la enorme inteligencia que subyace en el núcleo de todo conflicto, reconocer la coraza del carácter tras la cual nos protegemos, ese aspecto congelado de nuestro ser. Resulta esencial aprender a cultivar la atención plena y la compasión para traer a ella las contracciones donde estamos atrapados. Descubrir lo que confunden, aprender de ello y poder limitarlo, transformarlo o trascenderlo.
Tres tareas necesarias para un buen vivir y un buen morir:
a) Comprender el sufrimiento es transformarlo
b) Presencia, hospitalidad y dejar ir
c) Saber de mí; una vida con sentido

No se necesita experiencia ni conocimientos previos

Horarios, sitio y aportación
Viernes 21h a 22 hs – Sábado de 10 a 13,30 hs – 17 a 20,30 – Domingo de 10 a 13,30 hs
Calle Victoria 15 – Sala de yoga del gimnasio Victoria
Socios del gimnasio Victoria 70 € – No socios 80 €
Contacto 651071487

Lo simple…

Que habitamos en una sociedad compleja no es novedad, que nosotros somos complejos tampoco lo es. Cuando esto es tema de conversación, entre suspiros aparece, como oposición, la idea de “una vida simple” y la nostalgia nos lleva a un pasado que idealizamos como idílico. Pueblos, aldeas,  lo urbano y lo rural creemos que en el pasado han sido mejores.

Pero ni el pasado, ni la vida rural, han sido tan idílicos, de hecho la calidad de vida es notablemente mejor en estos tiempos. Sostienen esta aseveración, la de un presente mejor, tantísimas estadísticas. Sin duda que la experiencia de vivir es mucho más que un dato estadístico y que estos índices notables no se extienden uniformemente. No se desconocen las dificultades, pesares y limitaciones de mucha gente. Ni tampoco que aquellos ámbitos propician una vida donde el “tiempo nos habita a nosotros” y no se escurre anónimamente como lo hace en los relojes de las grandes urbes.

Lo que quiero señalar es que (más…)

Vivir 3 tareas necesarias para un buen morir

Hablar de la muerte es hablar de la vida y hablar de la vida es hablar de la muerte. Hay un diálogo constante entre ambas, están íntimamente ligadas y ambas nos cuestionan, nos interrogan, nos acorralan, nos preguntan y también nos responden.

Aunque hoy en día, fundamentalmente a los ojos de nuestra sociedad occidental, la muerte ha perdido naturalidad y la consecuente presencia, cuanto mucho es una reflexión personal, pocas veces es un tema de conversación entre pares y socialmente la negamos

A la muerte se la ha desterrado del mundo de las cosas familiares, no sin consecuencias. La muerte, hoy en día, es un tabú, tan inconfesable como inaceptable, tan impensable como insensata.

Ahora bien, como una matización es justo decir que hay algo básico que comprender, (más…)

La muerte, ¿Proceso natural o suceso médico?

 

La muerte, ¿proceso natural o suceso médico?

Comienzo esta entrada con un breve párrafo de lo que dice Diana Cohen Agrest en su libro Por mano propia[1], para ver de qué nos estamos recuperando, poco a poco, con los cuidados paliativos y lo que podemos hacer con Atención plena y compasión al final de la vida

“La muerte dejó de ser un proceso natural para transformarse en solo un acontecimiento médico subordinado a una suerte de “bio política” en cuyo orden el paciente es, casi solo, un cuerpo y entonces el destino de los cuerpos se dirime en la esfera institucional.

El acompañar, el estar, se trata de satisfacer una necesidad espiritual de ser reconocido como una persona, es respetar y ser testigo de lo invisible de toda persona, su centro íntimo, su historia propia y que está presente en el misterio de su propia vida, y no verle solo como un cuerpo enfermo” (más…)

DEJAR DE JUGAR AL ESCONDITE

Suele haber un momento en nuestras vidas que por diversos motivos dejamos de jugar al escondite y decidimos afrontar el tan temido o misterioso tema de la muerte. Tal vez sea esta la primera vez que te acercas al tema, o tal vez ya hayas evolucionado en este sentido, pero (más…)

EXPLORANDO MIEDOS Y VULNERABILIDADES

¿Las emociones son positivas o negativas? o ¿Adaptativas y desadaptativas? Leyendo «Emociones: una guía interna» del Leslie Greemberg, creador de la Terapia Centrada en las Emociones y charlando con varios amigos psicólogos, formados con él, comencé a sentirme más cómodo con esta última idea, que las emociones son adaptativas o (más…)

LA COMPASIÓN HACIA UNO MISMO, UN RECURSO MUY VALIOSO

Si nos preguntamos cómo nos relacionamos con el dolor, el sufrimiento, la irritación, desilusión o cualquier otra contrariedad, es posible que encontremos que una de las maneras es la huida, ignorarlo, o suplantarlo por otras actividades para anestesiar nuestro sentir.
Pero un auténtico impulso de sanación y superación nos puede acercar a la compasión tanto por nosotros mismos como por los demás. El Dalai Lama suele afirmar: «Si deseas la felicidad de los demás, sé compasivo. Si deseas tu propia felicidad sé compasivo». Y Kristin Neff, una de las pioneras en explorar la auto compasión como campo de estudio, lo dice de esta manera¨: “La belleza de (más…)

EL RELATO DE NUESTRA VIDA

La brevedad de la vida no debiera, precisamente, por ello, distraernos o angustiarnos, sino, en todo caso, tomarlo como una invitación a no protagonizar una vida diluida, superflua y tomar la presencia constante de la muerte como un estímulo para abordar las cosas esenciales de la vida, la muerte es parte del relato de la vida y contribuye a dar un sentido coherente a lo que ya ha pasado. Suprimir esta parte del relato implica asumir la, casi, endémica actitud sumaria de creer que se cancela la vida con la sola idea de la muerte, esto empobrece a ambas restándoles sentido e integridad. Debiéramos mirar como asumimos y gestionamos el cambio. (más…)

DIFICULTADES Y RECURSOS

Nuestras vidas son ricas y complejas en oportunidades, relaciones y emociones. De esta riqueza y complejidad surge muchas veces nuestra confusión y malestar, pero también se hallan el bienestar y la capacidad de sobrellevar todo lo que llega a nuestra vida.

Habitamos en una particular paradoja, somos los creadores, no siempre conscientes, de muchos de nuestros sufrimientos pero también podemos ser los artífices de la superación y la maduración de muchos de nuestros recursos cognitivos y emocionales propios.

Tenemos herramientas que nos permiten diferenciar y discernir con claridad qué es lo que debemos abandonar y qué es lo que debemos incentivar.

En un reciente retiro, dentro del programa Acompañamiento Contemplativo al final de la vida, (Nirakara Institute) Frank Ostaseski nos animaba a que nos preguntáramos (más…)